Embarazo

Como los hombres no nos embarazamos, y como siempre aminoramos el dolor ajeno, reprochamos a las mujeres que no desean tener hijos. Podemos, entonces, ver a la mujer como viles máquinas reproductivas, dejarlas con la carga de criar hijos si deseamos, o arrebatárselos, según nuestro puto humor. Y el chantaje social hacia ellas es tan fuerte, que las hacemos sentir fracasadas si no engendran las pesadas cargas que representan emocional y físicamente, los descendientes.

Cesárea o no, el parto va a doler, minimizarlo es ruin y cobarde. Nuestra posición binaria (sin términos intermedios) de extrema cobardía si minimizamos el dolor ajeno, y de extrema cobardía si minimizamos el propio. Mezclar dichas posiciones para legitimizar el dolor ajeno sigue siendo cobarde pues sólo se estaría apostando a que el dolor propio sea improbable, a cambio de aceptar el dolor ajeno, más probable por la sencilla razón de originar la discusión en cuestión.

La mujer que decida engendrar debe hacerlo con toda la información disponible, todas las garantías posibles, la planificación correspondiente a cualquier ser con un mínimo de inteligencia y sin chantaje social o conyugal alguno.

Lennarth Anaya

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