Libertad de pensamiento

Cada quién puede pensar lo que desee, hacerle a su cuerpo lo que desee, Dios, la sexualidad, la cantidad de criaturas que engendran, si las alimentan bien o no, si las pueden educar, si pueden robar de quien no pueda defenderse; porque si puede defenderse entonces le hará saber a usted hasta dónde llega su "libertad de pensamiento", pero si la libertad de pensamiento depende del grado de violencia que otros pueden ejercer sobre usted para hacerle pensarlo más detenidamente, o ni siquiera hacerlo, entonces no está usted pensando, sólo tramando.

Si nuestros pequeños hijos pudiesen ejercer algún poder físico o mental sobre nosotros, más doloroso (o siquiera doloroso) que el moral, para obligarnos a mantenerlos en condiciones idóneas para su óptimo desarrollo físico y mental, con una abundante alimentación y ejercicio físico y mental, suficientes para desarrollarse al máximo, seguramente nos lo pensaremos más de diez veces antes de alegar que es nuestra libertad el traer más de ellos al mundo, a nuestro capricho, para hacernos compañía, para servirnos, etc.

Al elegir amar a quienes la sociedad ven mal que las personas amen, ejercen esa libertad de pensamiento que todos presumimos tener. Los puritanos se ofenderan por violarse las leyes de su Dios y de la naturaleza. Ciertamente se viola la segunda, pero no se está causando daño a nadie, mayor daño causa a la naturaleza nuestra propia existencia. El único daño se causa a los ojos de aquellos cuyo "derecho a pensar distinto" piensan que las perdonas deberían amar a otros seres y ser como ellos. En un nivel extremo, las perversiones pueden orillarnos a forzar a quienes nos atraen, y cuya libertad de pensamiento sea distinta a nuestra voluntad, a hacer cosas que no desean, no les satisfacen y/o no les conviene.

Los ancestros que asesinaban a unos para garantizar la permanencia del resto, según su libertad de pensamiento, coercionando a las víctimas a pensar de la misma forma, aunque no les convenía. Podían pensar (creer) que sus seres queridos fallecidos los esperarán en un lugar bonito al que vamos después de la vida con tal de no aceptar la pérdida total y definitiva de ese ser.

Es tan fácil desvirtuar cualquier derecho alguno, convertir el derecho a la retribución proporcional a nuestro esfuerzo en el Capitalismo, o la virtud de compartir en el Socialismo, y convertirlos en coerción y represión.

Puede uno decidir fumar e intoxicarse frente a otros y arrojarle sus toxinas a otros cuya libertad de pensar lo que desean les hace no desear aspirar dichas toxinas.

Las personas tienen el derecho de pensar como les place y matar animales y comerlos, sin importarles que la libertad de pensamiento de esos animales les dictaba seguir con vida.

Lennarth Anaya

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