¡Corre pero no te pases, Mario!

Un comportamiento opuesto al que critico en la entrada ¡Corre Mario, corre!, afortunado para fines didácticos, sin intentar desdecirme ni procurar una postura equilibrada que intente encajar de forma artificial y demagógica en la opinión pública que poco valor intelectual tiene.

Cabe aclarar que empleo una compañía como ejemplo representativo, pero de ninguna forma excuso a su competencia, igual de desleal a sus consumidores para mi gusto, y con ejemplos de incompatibilidad intencionada, malintencionada, entre sus propios productos.

La compañía Nintendo ha subsistido por ya bastante tiempo a pesar del difícil y caprichoso mercado en el que se desempeña, el de los videojuegos. Tal vez haya sido el más claro y duradero ejemplo del modelo de ingreso basado en la consola más que en los videojuegos mismos, que se supone que deberían ser el centro de sus ingresos y razón de ser, el software más que el hardware. Con excepción de una ocasión, en la que inovó al aplicar gráficos de silicón sin necesidad de realizar un upgrade de hardware (una mejora), impuso en el consumidor la mentalidad de comprar y desechar cada determinado tiempo. Una consola es deseada con fervor por sus fanáticos cada vez que es anunciada; incluso se presume una cierta auto-regulación en la producción de las mismas para crear la idea de escasez y de éxito que ejerza una presión psicológica en los consumidores y se dispare la demanda.

Las consolas tienen un costo elevado, cada videojuego tiene también un costo elevado, además de otros ingresos por aditamentos adicionales, al menos los controles adicionales que permitan que los juegos sean jugados por varias personas en la misma consola. Y en toda esa ebullición a prácticamente ningún consumidor le interesa lo poco que van a durarle esas compras, hasta conscientemente saben que lo que están jugando es una moda que será reemplazada por una versión más actualizada, no compatible, del mismo juego o por otros.

Algunos más sentimentales (y, prácticamente, viejos) intentan usar sus consolas antiguas para descubrir lo difícil que es encontrar refacciones para determinados componentes, ya deteriorados por el tiempo y el uso, o inclusive el pobre desempeño de la consola misma, dificultad para leer los cartuchos o discos de los videojuegos, o imposibilidad de conectarlas a las TVs modernas.

Aunque las nuevas consolas tienen mayor poder, no tienen permitido reproducir videojuegos antiguos, aún siendo de la misma compañía, a pesar de la lealtad que los consumidores han manifestado con la constante adquisición de cada nueva consola.

Pareciera una burla, que esa misma compañía produce ediciones retro (más basura para el ambiente en un futuro cercano, más minerales y plásticos obtenidos de la naturaleza) de colección a un precio significativo con cierta cantidad de videojuegos, los más populares, los que se sabe que gustan a una mayor cantidad de gente de la masa. Habrá a quienes les guste otro juego, pero serán los menos. Existen emuladores para PC que permiten que las personas jueguen los videojuegos que ya compraron en alguna ocasión y que, por al menos las condiciones anteriormente citadas, ya no pueden jugarlos.

La compañía saca un aparato restrictivo, costoso y nuevamente obsolesible, con la sorpresa de que muchos fieles son... son eso.

No falta quien se jacta de pudiente y recrimine en foros a quienes utilizan los emuladores, tachándolos de malos seguidores por no apoyar a una compañía cuya creatividad no ha estado en tela de juicio, por ahora; pero que podría ella misma estar reconociendo el inicio de dicha carencia. Se entiende en cierta forma que intente subsistir con cualquier estrategia, pero no se entiende la conducta enfermiza de los consumidores que con tal de aliviar su sentido de valía están promoviendo la tan dañina obsolescencia planeada y se den un tiro en el pie pues ésta tarde o temprano estanca las industrias de las que ellos mismos, como consumidores, gozan.

Lennarth Anaya

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