Requerimos dividirnos, formar seres similares pero distintos, con una experiencia distinta y, por lo tanto, un conocimiento distinto. El impulso por la inteligencia superior de obtener retroalimentación nos orilla a las distintas especies a comunicarnos, para subsistir pero, sin saberlo, para retroalimentar esa inteligencia cíclica que se perfecciona así misma con una comunicación no sólo interpersonal, sino además, interespecies. La humanidad ha favorecido al débil, al tonto, y esto ha obstaculizado dicha inteligencia. Uno nace pobre y se vuelve socialista, otro nace rico y se vuelve conservador, y se calumnian en vez de retroalimentarse. La humanidad estancada, capaz de crear redes neuronales artificiales y capaz de destruir redes neuronales naturales sin mayor propósito que la comodidad y la mediocridad disfrazada de ambición.
No es en lo absoluto gracioso o siquiera aceptable que las masas sean irremediablemente influenciables y tengan el poder de la ventaja numérica y se conviertan en la fuerza bruta de cualquier vividor que, al saber tocar sus fibras, esté destruyendo la inteligencia superior que tantos intentos ha tenido en el pasado por trascender y teniendo ahora la oportunidad no le permitimos que termine de despegar.
Lennarth Anaya
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