Infidelidad de los padres

Fueron el efímero todo el uno del otro. Engendraron un ser que heredaba lo mejor y peor de ambos, una criatura desvalida e ignorante, incapaz siquiera de dar unos pasos por sí misma sin un exhaustivo entrenamiento de muchos meses. La mayoría de las actividades en las que tendrá que competir requerirán desarrollar un número muy grande de destrezas. Su sola inteligencia muchas veces será superada, al menos en velocidad y oportunidad, por las destrezas de sus competidores de la misma edad que fueron debidamente encausados por adultos tal vez no más inteligentes, pero evidentemente más experimentados; no puede haber inteligencia más rápida que la experiencia, que ya tuvo tiempo de razonar y calcular.

Aquellos dos que sinceramente fueron el todo, el uno del otro, ven ahora todo con distintos ojos, con una perspectiva más serena, menos impresionables. Reconocen que desean cada uno una vida distinta; los deseos del otro no les entusiasma a tal grado que la distancia parece un alivio.

Otras personas se cruzan en sus vidas, más afines, menos despampanantes, más reales. El deseo de, ahora sí, lo que conocen como "formar una familia", otra familia, "ahora sí la oficial", vuelven a mezclar sus genes para engendrar un nuevo ser "con el verdadero amor de sus vidas", un nuevo ser que tenga los rasgos del ser amado más afín. Tal vez sea un exceso calificar ese comportamiento de egoísta, de desleal; después de todo, con los hijos no se firma contrato alguno. Lo único que un hijo puede exigir de sus padres, el compromiso que de ellos puede esperar, no es el afecto ni instrucción directa, constante y consistente, lo único que un hijo puede exigir, y debe hacerlo siendo que no solicitó venir al mundo ni eligió el seno familiar en el que se desarrollaría, es que no le dejen morir de hambre y que le envíen a un instituto en donde un número indeterminado de adultos extraños, presumiblemente experimentados, le orienten para desarrollar sus habilidades físicas y mentales que tanta dedicación y calidad de tiempo implican para poderse valer en la vida. Además, padres y madres pueden encontrar madres y padres substitutos que dediquen ese empeño en sus hijastros, pueden juntar hermanastros y se forman lazos familiares más extensos de niños con dos madres y dos padres, en realidad podrían estar logrando que los niños jamás se sientan solos. La ley de las probabilidades hará, por fuerza, que algunas de todas esas criaturas sean gente de bien, lo importante es que los adultos sean felices los anos que les restan de vida.

Lennarth Anaya

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