Equidad de género

La ley del primogénito varón, que evitaba la división de la tierra y con ello el empobrecimiento de las familias y de las naciones, que evitaba toda controversia, clara hasta para el más inepto, dejó a la mujer en situación de calle.

Obligada sobrevivir en lo que erróneamente califican de "un mundo de hombres", obedecer las órdenes de los hombres de la casa, por cierto, débiles o "menos hombres" ante otros hombres de mayor fortuna. Una mentalidad social que las obligaba a afianzarse un lugar en la sociedad, en la que carecían de propiedades, con matrimonios por conveniencia, un hogar a cambio de sexo y deberes en el hogar.

Sintiendo respeto sólo por la fuerza y no por la delicadeza, la humanidad ha doblegado a mujeres, niños y otras especies, un círculo vicioso en el que sólo se admira a quien pueda propinarle una paliza a usted mismo por sobre aquel que, por el contrario es gentil y delicado. Admiradores del tigre y no de la liebre, amantes del colonizador y desmerecedores del colonizado, aún siendo éste su propia raza; un amor enfermizo por la fuerza, no sólo un amor de mujeres a hombres violentos, sino de los mismos hombres hacia hombres. Una masculinidad bizarra en donde los hombres se miraban al espejo así mismos con deseos de besarse.

No es, para nada, un síndrome aislado el de ofrecer nuestro apoyo al más fuerte, por nefastas e injustas que sean sus intenciones, e incluso, para sanar la autoestima, llegar a justificarlo y apropiarnos de su filosofía como si fuese nuestra, como si la hubiésemos adoptado en total libertad de albedrío. Imagine usted el enorme daño social que una mujer sometida ocasiona a su propia vida, la de sus conocidas y sobre sus descendientes.

A raíz de la fuerza que ha cobrado el Feminismo (empleado en algunas ocasiones de forma irracional, y que no por ello implica que la causa no sea justa), y la propia sana conciencia de los individuos justos de conciencia libre de prejuicios, muchas de estas atrocidades deben quedar en el pasado, por ello, cualquier resurgimiento mínimo debe ser apagado.

  • No permitir que le griten o silben a una mujer. Si usted le teme al mamarracho que lo está haciendo, imagine usted el sentimiento de la mujer que es el centro de esa agresión y tiene menor fortaleza física que usted.
  • No emplear un léxico vulgar en la oficina. Lo entendí hace unos pocos días, al leer una nota sobre "la aceptación de la mujer en el lugar de trabajo". Aunque no lo mencionaba la nota, ni he escuchado a mujer alguna referirlo, pude inferir que lo toleran para ser "aceptadas" en un entorno. Pero ese entorno, que también es suyo, no puede estar sujeto a condicionamientos del estilo "pero es que si contratan mujeres ya no vamos a poder decir leperadas". Deshágase de los léperos o edúquelos, no de las mujeres.
  • Que las mujeres no imiten un léxico vulgar. Esto significaría la rendición de la mujer ante las presiones de los léperos.
  • Que las mujeres no adopten los mismos espectáculos que tradicionalmente ven los hombres para poder interactuar con ellos, si la calidad de los mismos es baja. Como adoptar el fútbol, tal como las agonizantes novelas, ambos con una clara misma intención de distraer la mente de los espectadores y darles una sensación de saciedad, con distinta calidad según la región en la que se producen. Y recalco tajantemente que me refiero al show y no al deporte, mismo que considero saludable para cualquier persona que lo practica, pero no saludable cuando es convertido en un circo denigrante en que se aliente la vulgaridad y la trampa como medios válidos durante la persecusión de la victoria y la diversión. Un ejemplo es cuando aplauden que un jugador finja una falta y los espectadores del mismo equipo lo solapen. Otro claro ejemplo es el canto "eeeeh... putoooo", que las masas mexicanas, hombres y mujeres, gritan al unísono en los estadios, con mejor sincronía que lo que hace un menor número de deportistas olímpicos en activiades de sincronización; o los pleitos noveleros que los comentaristas generan en torno al espectáculo, no sólo en lo deportivo, sino también en lo organizacional y lo personal de los involucrados.
  • Inaceptable las mujeres violentas y vulgares. Mujeres directivas que sean peyorativas para demostrar que "pueden con el cargo", no es necesario, no necesita demostrar nada, sólo mover a la gente. Es inaceptable que una mujer, o un hombre anciano o con alguna discapacidad, agreda físicamente a un varón sano con el escudo de que éste no pueda defenderse porque sería considerado "poco hombre". Las personas deben distinguirse por su elegancia, no por la elgancia del auto que mal manejan, no sea soez con un hombre sólo por su condición de mujer.
  • Ser coherentes. No exigir mayores derechos y las mismas obligaciones. Ahora que tienen éxito profesional, no veo razón para cargar la responsabilidad económica exclusivamente en el varón.
  • Olvidarse de la inutilidad de hombres y de mujeres. Así como nosotros no necesitamos que nos cocinen ni nos laven la ropa, ellas no necesitan, en general, que les cedamos el lugar en el transporte público, que les ayudemos a bajar del auto, o siquiera que les abramos la puerta, salvo que se encuentren cerca del flujo de autos, estén embarazadas, lesionadas o sean de edad avanzada, en cuyos casos lo importante es la condición de la persona, no su género.
  • No olvidar la gentileza. Cederle el lugar a alguien o cederle el paso a una persona, no le da estatus a esa persona, sino a usted, por sus buenos modales y entendimiento. Esta mentalidad es unisex. El caballerismo selectivo sigue siendo una forma de machismo, una forma de conquista y apantallamiento primitiva que no le garantiza relacionarse con alguien de confianza.
  • No se queje de que la busquen, o de que no la busquen. Es necesario erradicar el dilema del "seguramente quiere algo" o del "marica que no se atreve". La única forma de lograrlo es siendo honestos mutuamente. Si un hombre le manifiesta su interés por usted, puede usted de forma respetuosa hacerle notar que el interés no es mutuo, y es inaceptable cualquier terquedad que incomode a la dama. De forma análoga, puede usted manifestar su interés por un hombre que no lo ha manifestado por usted, o no hacerlo, pero en cualquiera de los casos no hay lugar a los calificativos injustos y arbitrarios que se aplican a conveniencia de las personas.
  • El embarazo es cosa de dos. Nos necesitamos mutuamente para prolongar nuestra mutua existencia, lo aprendido, lo evolucionado, abandonar a la mujer con nuestras criauturas a su suerte es una vileza, de la misma forma que privarnos a los hombres de la educación de las mismas. En ambos sexos existen quienes tienen la capacidad de la crianza y quienes no, aunque el mayor beneficio para el desarrollo de las nuevas generaciones se presenta obviamente cuando ambos en la pareja es capaz de ello.
  • No hay lugar para el chantaje. Seres plenos no chantajean, viven plena y transparentemente sin estrategias truculentas.
  • No necesita usted ser mujer para indignarse por lo que le ocurra a las mujeres, o pertenecer a cualquier grupo vulnerable. Sólo alguien retorcido intenta someter a alguien vulnerable, y sólo alguien incompleto, un pedazo de materia inútil, no se inmuta.


La presente nota es anticuada, debe seguir siendo anticuada así por el resto de nuestra existencia, la discusión debe formar parte del pasado. Cualquier persona resentida y consentida que intente volver al pasado debe encontrarse de frente con una sólida pared, una mentalidad colectiva a la que las ambigüedades no puedan engañar. El respeto entre los individuos debe ser mutuo y no discriminatorio.

Lennarth Anaya

Comentarios