El Aprendizaje y La Universidad

El privilegio exclusivo otorgado a un oficio corporativo necesariamente restringe la competencia ... a aquellos que pueden ejercer ese oficio. Normalmente el requisito indispensable para ejercerlo es haber trabajado como aprendiz en la ciudad, a las órdenes de un maestro debidamente cualificado. Los estatutos del gremio regulan a veces el número de aprendices que puede tener un maestro, y casi siempre el número de años que debe trabajar cada aprendiz. El objetivo de ambas regulaciones es limitar la competencia a un número de personas mucho menor que el que estaría dispuesto a entrar en el oficio en otro caso. El número máximo de aprendices lo limita directamente. Y un aprendizaje prolongado lo limita indirectamente, pero de forma igualmente efectiva, al incrementar el costo de la educación.
...
Ningún maestro puede tener más de dos aprendices en cualquier parte de inglaterra, o en las plantaciones inglesas, bajo multa de cinco libras mensuales, a pagar la mitad al Tesoro y la mitad a la persona que lo denuncie ante los tribunales.
...
No había pasado casi un año desde que los tejedores de seda de Londres se agruparon en un gremio, cuando impusieron un estatuto que prohibía a cada maestro tener más de dos aprendices al mismo tiempo.
...
Antiguamente el plazo normal de duración del aprendizaje era de siete años en los gremios de toda Europa. Todas estas corporaciones eran llamadas entonces universidades, que es realmente el nombre latino más adecuado para cualquier gremio. La universidad de los herreros, la universidad de los sastres, etc., son expresiones que encontramos frecuentemente en los fueros de las ciudades antiguas. Cuando se fundaron estos gremios concretos que se llaman hoy universidades, el número de años que era menester estudiar para obtener el grado de maestro en artes se copió del plazo del aprendizaje en los oficios comunes, cuyos gremios eran mucho más antiguos. Como siete años de trabajo con un maestro debidamente cualificado eran necesarios para que cualquier persona pudiese ser un maestro, y tener a su vez aprendices de un oficio común, resultó que también fueron necesarios siete años de estudio con un maestro debidamente cualificado para llegar a ser un maestro, profesor o doctor (palabras que antiguamente eran sinónimos) en las artes liberales, y tener entonces discípulos o aprendices (que también eran sinónimos antes).

Por el comúmnete llamado Estatuto del Aprendizaje, del año quinto de la reina Isabel, se dispuso que ninguna persona podría ejercer en el futuro ningún oficio, arte o profesión en Inglaterra si no había trabajado antes en dicho quehacer como aprendiz durante al menos siete años; y lo que antes había sido el estatuto de varias corporaciones concretas se transformó en la ley pública y general para todos los oficios de las ciudades con mercado de Inglaterra. ... su ámbito ha sido interpretado como limitado a las ciudades mercantiles, y se daba por supuesto que en los pueblos rurales una persona podía ejercer diversos oficios aunque no hubiese pasado siete años de aprendizaje en cada uno, dado que eran oficios necesarios para la comodidad de los habitantes y dado que a menudo no era suficiente el número de personas para suministrar mano de obra específica para cada actividad.

Mediante una interpretación literal del texto, la jurisdicción del Estatuto ha sido restringida a los oficios que se habían establecido en Inglaterra antes del quinto año del reinado de Isabel, y nunca ha sido extendida a los que han sido introducidos desde entonces. Esta restricción ha dado lugar a una prolija casuística que, considerada como un conjunto de reglas de política, es lo más disparatado que imaginarse pueda. Se ha estimado, por ejemplo, que un fabricante de coches no podía ni hacer las ruedas de sus coches ni emplear a jornaleros para que las hiciesen, sino que debía comprarlas a un maestro fabricante de ruedas...

En Escocia no hay una ley general que regule la duración del aprendizaje. El plazo varía según las diversas corporaciones. Cuando es prolongado, una parte del mismo puede generalmente redimirse mediante el pago de una pequeña cantidad. En la mayor parte de las ciudades con una prima muy pequeña se puede adquirir la licencia de cualquier gremio.
...
Así como la propiedad que cada persona tiene de su trabajo es la base fundamental de todas las demás propiedades, también es la más sagrada e inviolable. El patrimonio de un hombre pobre estriba en la fuerza y destreza de sus manos; el impedir que emplee esa fuerza y esa destreza de la forma en que él crea más conveniente sin perjudicar a nadie es una violación flagrante de la más sagrada de las propiedades. Es una manifiesta usurpación de la justa libertad tanto del trabajador como de los que podrían estar dispuestos a emplearlo. Así como impide que uno trabaje en lo que cree más adecuado, impide también a los otros el emplearlo en lo que ellos creen más conveniente. El juicio sobre si ese hombre está en condiciones de ser empleado debe ciertamente ser dejado a la discreción de los empleadores, a cuyo interés concierne mucho. La inquietud artificial del legislador para evitar que empleen a personas inadecuadas es tan impertinente como opresiva.

La institución de los aprendizajes prolongados no es garantía de que no se presenten a la venta al público objetos insuficientemente trabajados. Cuando esto ocurre se debe generalmente al fraude, no a la incapacidad. Para prevenir tales abusos se precisan reglamentaciones muy distintas. La marca esterlina en los utensilios de plata, y los sellos en los lienzos y los paños proporcionan al comprador una seguridad mucho mayor que ningún estatuto de aprendizaje. El cliente apreciará estas marcas, pero jamás pensará que es importante averiguar si el trabajador ha cumplido los siete años de aprendizaje.

Los aprendizajes largos no tienden a formar jóvenes laboriosos. Es probable que un jornalero a destajo sea trabajador, porque obtiene un beneficio al hacerlo. Es probable que un aprendiz sea perezoso, y casi siempre lo es, porque no tiene un interés inmediato en actuar de otra manera. En los oficios inferiores, el placer del trabajo consiste exclusivamente en su remuneración. Aquellos que estén antes en condiciones de disfrutar de ese placer, antes le tomarán el gusto al trabajo y adquirirán el hábito de la laboriosidad. Todo joven que durante mucho tiempo no haya obtenido beneficio alguno de su esfuerzo desarrollará una aversión natural al trabajo. Los muchachos que proceden de los asilos públicos suelen ser aprendices durante más tiempo de lo normal, con lo que generalmente se vuelven holgazanes e inservibles.
...
Los aprendizajes prolongados son totalmente innecesarios. Las artes que son muy superiores a los oficios comunes, como la fabricación de relojes, no albergan tantos misterios como para requerir un extenso curso de instrucción. La primera invención de estas bellas máquinas e incluso de algunos de los instrumentos utilizados en su fabricación debió sin duda haber requerido reflexiones muy profundas y mucho tiempo, y bien puede ser considerada como uno de los esfuerzos más felices del ingenio humano. Pero cuando ambos han sido ya inventados y son bien comprendidos, el explicar a un joven de manera detallada cómo aplicar los instrumentos y cómo construir las máquinas no puede exigir más de unas pocas semanas de lecciones... Es cierto que la destreza manual, incluso en las labores más comunes, no puede ser adquirida sin mucha práctica y experiencia. Pero un joven se aplicaría con mucha más diligencia y atención si desde el principio trabajara como un jornalero, si se le pagara en proporción al poco trabajo que pudiese ejercitar, y si pagara él a su vez por los materiales que en ocasiones pudiese estropear por su torpeza e inexperiencia.
...
En un oficio fácil de aprender tendría más competidores, y cuando llegase a ser un trabajador hecho y derecho sus salarios serían menores que los actuales. El mismo incremento de la competencia reduciría los beneficios de los maestros y los salarios de los trabajadores ... Pero ganaría el público, porque el trabajo de todos los artesanos llegaría al mercado a un precio mucho menor.

El prevenir esta reducción en el precio, y consecuentemente en los salarios y los beneficios,  es el propósito por el que han sido promulgadas la mayor parte de las leyes corporativas, cuyo objetivo es restringir la libre competencia que inevitablemente ocasionaría ese abaratamiento...

- Adam Smith
La riqueza de las naciones, 1776

Comentarios