Aunque sí conocí profesores en toda la extensión de la palabra, y deseo que sean millonarios, que no sufran nunca preocupación alguna por recursos y que puedan ejercer en total plenitud una de las labores más importantes del ser humano, superior incluso que la medicina, pero no puedo evitar pensar que el magisterio es una herramienta de estandarización del individuo que viene como anillo al dedo a las personas que no tienen tiempo qué dedicarle a los hijos que se supone que planearon, o que, peor aún, no saben cómo educar.
Lennarth Anaya
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