Zoológicos, una última oportunidad

No culpo a nadie por desear admirar a otras especies, es natural y sano nuestro interés como seres inteligentes y civilizados.

Foto obtenida en Internet

Me comentaron que en el Zoológico de Guadalajara, México, los animales estaban muy bien cuidados. Es verdad que en él uno no ve a los anormalmente diminutos osos polares, ni a los escuálidos leones muertos de hambre que se ven en otros zoológicos, pero estar bien alimentados no es suficiente. Es como esperar que no se volviesen locos nuestros hijos (o al menos que fuese un martirio) si los dejáramos encerrados todos los días de su vida en nuestras casas sólo porque tienen qué comer y les damos consolas de videojuegos.

Si bien, no es tan atroz como un circo con animales, el Zoológico mismo señala que los Osos polares acostumbran realizar largos recorridos en sus vidas; tanto la institución, como sus visitantes, somos todos plenamente conscientes de ello y lo estamos pasando por alto egoístamente. Incluso nosotros los humanos necesitamos recorrer diariamente por nuestro propio pie grandes distancias, pero hemos encontrado formas de aliviar esa necesidad y hasta olvidarla en algunos casos.

Uno puede ver la angustia de langostas pequeñas siendo acorraladas en espacios muy reducidos por langostas más grandes y con tenazas mucho más poderosas, sin poder hacer más que echarse para atrás en un espacio cilíndrico que jamás le permitirá escapar. Una joven, de aparente buena educación, ve el acontecimiento y sin sentir pena o siquiera comprender la situación de la langosta, le comenta a su novio o prospecto con acento vulgar: "se antoja un taquito, ¿no?".


En comparación con un Santuario, que sólo implica el costo de protegerlo y podría financiarse con visitas respetuosas, imagino muchos costos caprichosos para el mantenimiento de un Zoológico: mantener las áreas verdes (que se mantendrían solas en un Santuario), alimentar a los animales (que se alimentarían solos en un Santuario), curarlos (que no sería necesario porque las enfermedades las causa el encierro en estructuras que construimos nosotros), los costos del agua (que debería estar garantizado en un Santuario), asearles, transportarlos, procurarles su temperatura ideal, etc. En Santuarios, habría animales que mucha gente jamás podría ver, porque visitarlos sería costosísimo porque pertenecen a otras latitudes... pero está bien, eso está bien, ellos deben vivir en sus hábitats y nosotros somos quienes debemos hacer el esfuerzo por conocerlos. Quién los visite será con respeto e interés real en su grandeza y sus habilidades tan distintas, en sus hábitos, sus ciclos de vida, sus rituales de socialización, su cooperación, su entendimiento del mundo, etc.; y no porque los tienen a la mano y no tienen otra cosa qué hacer y pues "vámos a ver qué se hace el changuito", y después de un rato nos retiramos de sus suciedades y sus existencias.

Desde el punto de vista educativo, no les hacen ningún bien a los niños mirar a los animales como posesiones. El Zoológico no despierta un interés sano, a algunos les provoca morbo, y a aquellos que no se inventan retóricas para aliviar la conciencia, les provoca tristeza.

Algunas pocas áreas, como la destinada a los antílopes, son las más parecidas a un Santuario. Son espacios más extensos que difícilmente pueden replicarse para cada especie que se desee "preservar" en el Zoológico. Además, el Zoológico tiene como prioridad al visitante humano, no necesariamente a las necesidades de los animales no humanos. Aunque el interés de algunos Zoológicos en sus animales pueda ser sincero, no existe forma de concederles una última oportunidad, no existe forma de justificar su existencia, ni siquiera la fascinación que nos cause poderlos contemplar tan de cerca es suficiente incentivo para aceptar su injusto cautiverio, el enfoque de nuestra protección hacia ellos debería ser totalmente distinto y seguramente se nos ocurrirá algo emocionante para todas las especies involucradas que nos permita cohabitar con ellos y conocerlos en situación de mutuo respeto.

Lennarth Anaya

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