Aquellos que están promoviendo, con nuestra pueril complicidad, la catástrofe planetaria, los business men, los aguerridos, los avorazados embusteros amañados que "se las ingenian", los más egoístas, los más "competitivos" y salvajes, de los menos civilizados. Son esos a los que brillantemente vamos a premiar mandándolos a otros planetas para salvar la especie, en lugar de mandar a la mayoría de los científicos que lo harán realidad, a los tranquilos poetas y pensadores. Nuestro criterio de selección, como siempre, infame, engrandeciendo al pequeño escandaloso, escupiendo en la cara a la evolución.
Me parece difícil que gente virtuosa, precisamente por eso, pueda acumular demasiado. Los genes que subsistan podrían ser los del más débil, los del que sabe qué mano besar, y así involucionar.
Y ésta no es una apología para el obrero, que sólo conoce la fuerza bruta, que se agota con cualquier esfuerzo mental mínimo y cuya supervivencia sería igual de infructífera. A veces pienso que sólo Gauss sabría de qué hablo.
Lennarth Anaya
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