Mi admiración por este tipo de figuras que demuestran el verdadero espíritu del emprendedor, no aquel que está de moda por tantos destalentados en búsqueda de vulgares riquezas materiales y gente que trabaje para ellos para sentirse importantes.
La libertad entendida como la consecución de los sueños, la dignidad humana y de las otras especies, la conservación del ecosistema, hasta de la tierra misma.
Mentes verdaderamente brillantes, no descorazonados burgueses conservadores faltos de ideas en búsqueda del dominio sobre los demás o de siquiera sentirse más importantes, sino gente con el coraje para rebelarse, de atreverse a aventarse, que no esconda el trasero detrás del escritorio de caoba y se arremangue para ir al frente sin prejuicios. Gente con corazón que sienta compasión por todas las criaturas de la tierra y por sus semejantes.
El emprendedor de verdad no es un ñoño que trabaja 20 horas al día porque "éste es un mundo muy competitivo", sino que explota de creatividad e intensidad en las n horas al día que le dedique a su pasión. Alguien que no entienda de horarios, que bien podría ahorita estar trabajando y ponerse a jugar en un momento dado, y regresar a trabajar si algún ser humano, vegetal o animal así lo requiriese en ese momento. Rebeldes que cuestionen las doctrinas y a Donald Trump y digan "ah chinga, y por qué así".
Gente tan segura de sí misma, que sienta asco por la trampa y la considerare como una sucia e innecesaria acción propia de los débiles y los mediocres.
Personas que entienden el costo de sus acciones. Sí existe un costo de nuestra existencia, de nuestros placeres, de todo lo que hacemos. El despilfarro monetario tarde o temprano se traduce en sufrimiento, si no de plantas y animales, mínimo del terreno.
Emprendedores que consideren aborrecible la limosna, y en cambio siempre que ayuden a alguien sea con la promesa de la autosuficiencia de los individuos y las especies.
Emprendedores con ideas infinitas, y no con un montón de petróleo y recursos minerales que son reflejo de falta de inteligencia del magnate.
Lennarth Anaya
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