Orgullosa Revolución sin pensamiento

No puede hacerse una revolución con gente que no quiere pensar. No quieren iniciarse en el pensamiento ahora para estar listos después, quieren salir a madrear nada más. ¿Qué puede hacerse con "aliados" así?, van a necesitar constante supervisión para que no hagan atrocidades.

Una vez que ganen, ¿qué ganaron?, el ignorante siempre va a estar en pésimas condiciones, sus descendientes van a convertirse en lo que sea.

Es un verdadero problema que la gente se conforme con su libertad a no pensar, que utilice el pretexto de que cada quien piensa diferente, para en realidad no pensar.

Sus revoluciones que sólo les benefician a ellos son interminables porque el oprimido con el tiempo se transforma en opresor y no hay un punto real de cambio.

Miran el mundo llenos de seguridad y de certezas, "adultos ya hechos" a quien nadie va a venir a decirles lo endeble de su sistema de creencias. Adultos que tienen todo el derecho de lo que tienen, y más, no menos.

Entre las estrechas doctrinas y la enorme marea de cerebros desperdiciados, bandos con los que no sería remotamente justo comprometerse, observa aterrado un libre pensante todas las atrocidades que se hacen entre ellos, y las que hacen a otros. Hasta el más débil se termina desquitando con alguien, satisfechos de venganza, llenando sus mediocres vidas con un, a veces incluso efímero, sentimiento de superioridad, continúan su marcha sin otro rumbo más que el de la muerte, y el de haberle agradado a algunos, haciendo payasadas o haciendo sufrir a algunos o muchos.

Fatigante es el esfuerzo de intentar abrirles los ojos. Su mirada demuestra el profundo hueco que encuentran las ideas que se dirigen a sus vacíos seres, como intentar hacer entrar en razón a un gran monte sólo por hablarle claro y en voz alta. Se ofenden de decirles tontos, pero por tontos ni siquiera entienden lo que eso significa y con el voto de la mayoría terminan determinándolo.

Lennarth Anaya

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