En Viena me di cuenta de que siempre existía la posibilidad de encontrar alguna ocupación, pero que esta se perdía con la misma facilidad con que era conseguida. La inseguridad de ganarse el pan cotidiano me pareció una de las más graves dificultades de mi nueva vida. Bien es cierto que el obrero perito no es despedido de su trabajo tan llanamente como uno que no lo es, más, tampoco está libre de correr igual suerte.
También yo debí en la gran urbe experimentar en carne propia los defectos de ese destino y saborearlos moralmente. Algo más me fue dado observar todavía: la brusca alternativa entre la ocupación y la falta de trabajo y la consiguiente eterna fluctuación entre las entradas y los gastos, que en muchos destruye, a la larga, el sentimiento de economía, así como la noción para un sistema razonable de vida. Parece como si el organismo humano se acostumbrara paulatinamente a vivir en la abundancia en los buenos tiempos y a sufrir hambre en los malos. Así se explica que aquél que apenas ha logrado conseguir trabajo, olvide toda previsión y viva tan desordenadamente que hasta el pequeño presupuesto semanal de gastos domésticos resulta alterado; al principio el salario alcanza en lugar de para siete, sólo para cinco días, después únicamente para tres y por último escasamente para un día, despilfarrándolo todo en la primera noche.
A menudo la mujer y los hijos se contaminan de esa vida,
especialmente si el padre de familia es en el fondo bueno con ellos y
los quiere a su manera. Resulta entonces que en dos o tres días se
consume en casa, en común, el salario de toda la semana. Se come y
se bebe mientras el dinero alcanza, para después soportar hambre
también conjuntamente durante los últimos días. La mujer recurre
entonces a la vecindad y contrae pequeñas deudas para pasar los
malos días del resto de la semana. A la hora de la cena se reúnen
todos en torno a una paupérrima mesa, esperan impacientes el pago
del nuevo salario y sueñan ya con la felicidad futura, mientras el
hambre arrecia.... Así se habitúan los hijos desde su niñez a este
cuadro de miseria.
Pero el caso acaba siniestramente cuando el padre de familia desde un
comienzo sigue su camino solo, dando lugar a que la madre,
precisamente por amor a sus hijos, se ponga en contra. Surgen
disputas y escándalos en una medida tal, que cuando más se aparta
el marido del hogar, más se acerca al vicio del alcohol. Se embriaga
casi todos los sábados y entonces la mujer, por espíritu de propia
conservación y por la de sus hijos, tiene que arrebatarle unos pocos
céntimos, y esto muchas veces en el trayecto de la fábrica a la
taberna; y sí por fin el domingo o el lunes llega el marido a casa,
ebrio y brutal, después de haber gastado el último céntimo, se
suscitan con frecuencia escenas..... ¡de las que Dios nos libre!
En cientos de casos observé de cerca esa vida, viéndola al
principio con repugnancia y protesta, para después comprender en
toda su magnitud la tragedia de semejante miseria y sus causas
fundamentales. ¡Víctimas infelices de las malas condiciones de
vida!
Cuánto agradezco hoy a la Providencia haberme hecho vivir esa
escuela; en ella ya no me fue posible prescindir de aquello que no
era de mi complacencia. Esa escuela me educó pronto y con rigor.
Para no desesperar de la clase de gentes que por entonces me rodeaban
fue necesario que aprendiese a diferenciar entre su manera de ser y
su vida y las causas del proceso de su desarrollo. Sólo así se
podía soportar ese estado de cosas y comprender que el resultado de
tanta miseria, inmundicia y degeneración no eran ya seres humanos,
sino el triste producto de unas leyes más tristes todavía. En medio
de ese ambiente mi propia y dura suerte me libró de capitular en
quejumbroso sentimentalismo ante los resultados de un proceso social
semejante.
Ya en aquellos tiempos llegué a la conclusión de que sólo un doble
procedimiento podía conducir a modificar la situación existente:
ESTABLECER
MEJORES CONDICIONES PARA NUESTRO DESARROLLO A BASE DE UN PROFUNDO
SENTIMIENTO DE RESPONSABILIDAD SOCIAL APAREJADO CON LA FERREA
DECISIÓN DE ANULAR A LOS DEPRAVADOS
INCORREGIBLES.
Del mismo modo que la Naturaleza no concentra su mayor energía en el
mantenimiento de lo existente, sino más bien en la selección de la
descendencia como conservadora de la especie, así también en la
vida humana no puede tratarse de mejorar artificialmente lo malo
subsistente -cosa de suyo imposible en un 99% de casos, dada la
índole del hombre- sino por el contrario debe procurarse asegurar
bases más sanas para un ciclo de desarrollo venidero.
Durante mi lucha por la existencia, en Viena, me di cuenta de que la
obra de acción social jamás puede consistir en un ridículo e
inútil lirismo de beneficencia, sino en la eliminación de aquellas
deficiencias que son fundamentales en la estructura
económico-cultural de nuestra vida y que constituyen el origen de la
degeneración del individuo o por lo menos de su mala inclinación.
El Estado austríaco desconocía prácticamente una legislación
social humna y de ahí su ineptitud patente para reprimir ni las más
crasas transgresiones.
*
**
No sabría decir lo que más me horrorizó en aquel tiempo: si la
miseria económica de mis compañeros de entonces, su rudeza moral o
su ínfimo nivel cultural.
¡Con qué frecuencia se exalta la indignación de nuestra burguesía
cuando se oye decir a un vagabundo cualquiera que le es lo mismo ser
alemán a no serlo y que el hombre se siente igualmente bien en todas
partes con tal de tener para su sustento! Esta falta de "orgullo
nacional" es lamentada entonces hondamente y se vitupera con
acritud semejante modo de pensar.
¿Reflexionan
acaso nuestros estratos burgueses en que mínima escala se le dan al
"pueblo" los elementos inherentes al sentimientos de
orgullo nacional? Ven tranquilamente cómo en el teatro y en el film
y mediante literatura obscena y prensa inmunda se vacía en el pueblo
día por día veneno a borbotones. Y sin embargo se sorprenden esos
ambientes burgueses de la "falta de moral" y de la
"indiferencia nacional" de la gran masa del pueblo, como si
de esa prensa inmunda, de esos films disparatados
y de otros factores semejantes, surgiese para el ciudadano el
concepto de la grandeza patria. Todo esto sin considerar la educación
ya recibida por el individuo en su primera juventud.
EL PROBLEMA DE LA "NACIONALIZACIÓN" DE UN PUEBLO
CONSISTE, EN PRIMER TÉRMINO, EN CREAR SANAS CONDICIONES SOCIALES
COMO BASE DE LA EDUCACIÓN INDIVIDUAL. PORQUE SOLO AQUEL QUE HAYA
APRENDIDO EN EL HOGAR Y EN LA ESCUELA A APRECIAR LA GRANDEZA CULTURAL
Y ECONÓMICA Y ANTE TODO LA GRANDEZA POLÍTICA DE SU PROPIA PATRIA,
PODRÁ SENTIR Y SENTIRÁ EL INTIMO ORGULLO DE SER SÚBDITO DE ESA
NACIÓN, SOLO SE PUEDE LUCHAR POR AQUELLO QUE SE QUIERE - SE QUIERE
LO QUE SE RESPETA Y SE PUEDE RESPETAR ÚNICAMENTE LO QUE POR LO
MENOS, SE CONOCE.
- Adolfo Hitler
Mi Lucha
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