Del amor a los hijos del vulgo

Grita una cuarentona, entre la multitud, a un treintón que le resultaba de buen ver: "¡si no tienes vieja es porque has de ser puto!"

El tipo, sin dirigir la mirada a alguien en especial, respondió a la multitud:

"Usted, que obviamente no sabe lo que es el amor, pues responde violentamente cuando se siente rechazada, aún cuando no haya ninguna agresión a su persona. Su deseo de posesión no puede ser amor. Así mismo cree que amaría a alguien que no le rechazara, pero en realidad sólo estaría haciendo un trueque de intereses. Cree que ama al hijo que le engendró un patán con el que usted se acostó y la abandonó a sabiendas de que la presión social, esa que no se mira pero se siente, recae sobre usted y no sobre él. Esa misma presión se convierte en gloria si el niño llega a edad adulta y logra ser autosuficiente, en una de esas le retribuye sus esfuerzos, si no económicamente, al menos con su compañía. Esa razón de ser que usted tiene, impuesta por la muchedumbre, no valdría nada si la cultura en la que nació no fuese maternalista, en cuyo caso se devoraría usted a su propio hijo en épocas de hambre, o al menos le abandonaría en el primer momento difícil que se le cruzase y le considerase una carga. Luego entonces, si no es usted capaz de realmente amar a su propio hijo, más que porque le representa a usted misma, y es a usted misma a quien ama al supuestamente amarle, no se puede esperar que entienda usted a un tipo como yo que no se puede chantajear con las agresiones que emerjan de su lastimada alma y no se puede esperar que entienda usted por qué alguien como yo no podría amarla a usted".

- Lennarth Anaya

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