Prostitución

Ciudad de México, Abril del 2014. Cuauhtémoc Gutiérrez, dirigente local del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el D. F., fue evidenciado por Carmen Aristegui, famosa periodista mexicana y su equipo, cuando una reportera en cubierto se hizo pasar por una joven que iba a solicitar empleo de edecán, para dicho partido. En la entrevista, sin rodeos la reclutadora, una miserable hembra sin respeto por su género, les indicaba a las jóvenes aspirantes que su salario sería de $ 8,000.00 (pesos mexicanos) y que si el señor "les pedía las nalgas y se negaban, estarían despedidas". Además del palo, estaba el pan, pues si se convertían en alguien de su predilección podrían hasta ganar $ 11,000.00 mensuales y quién sabe qué más oportunidades se abrirían en su futuro.

El salario mínimo vigente oscila por los $ 2,000.00. El costo de la canasta básica es de al rededor de $ 1,200.00 ( según Coneval); esto quiere decir que el gobierno y la burguesía planean que el individuo más pobre sometido al sistema tenga unos $ 800.00 para transportarse en una ciudad en la que los subsidios están disminuyendo y por tanto el servicio se encarece. Suponiendo que sólo se utiliza el transporte llamado Metro (subway en inglés), serían $ 5.00 de ida, más la vuelta, por 20 días al mes, o sea $ 200.00 mensuales, con lo que le quedan otros $ 600.00 pesotes para educación, vivienda, salud, esparcimiento y recreación, deporte, diversión, vestimenta y otras necesidades superfluas y ambiciosas a las que sólo tiene derecho alguien muy brillante y muy trabajador.

Al terminar de dar la noticia, una avalancha de anuncios invaden la radio ofreciendo celulares de un muy extraño color morado que se responde solo cuando detecta tu presencia... o la de alguien más que tenga temperatura. En otro anuncio muy seductor, un junior mamón pide "un mega corte New York, término medio, por favor" en un restaurant caro y una boba complementa diciendo con voz chillante "ay, quiero el tiramisú". Otro anuncio me da a entender que seguiré siendo un perdedor hasta que no compre su automóvil... me hacen el favor vendiéndomelo. Al final de los anuncios empiezo a hacer cuentas para ver para qué de todo eso me alcanzaría si pido un préstamo.

Pero el desagrado de la noticia de la prostitución pagada con mis impuestos no pasa y, sin disimular mi gesto de asco, le comento a un compañero "qué miseria debe vivir una chamaquita estúpida para aceptar esas condiciones de trabajo, para permitir que ese tipo asqueroso, que ni siquiera parece atractivo, meta su cuerpo en el de ellas por tan poco dinero. ¿Qué clase de respeto sienten por sí mismas? Tan culpable es ese marrano como ellas que sin demasiado esfuerzo se someten en cuerpo y alma a las instrucciones de ese patán". Mi compañero me responde que seguramente quedan despampanadas por las oportunidades y el poder que encuentran, al fin, a la mano, viniendo de un entorno que no les ha dado nada.

Por medio de las cámaras del circuito cerrado de la oficina se está transmitiendo nuestra conversación y el señor Adams, dueño del negocio, nos mira con cierta pena por lo cansados que nos vemos después de haber permanecido despiertos toda la noche para resolver una asignación urgente. Recuerda todas las noches que nos hemos quedado tiempo extra mi compañero y yo, y piensa premiarnos ese día dejándonos salir temprano. El señor Adams no es tonto y, aunque jamás comenta todo lo que nota, sabe que me río de sus chistes exageradamente sólo por provenir de su sagrada boca, nota mi interés remarcado en su persona y en todo lo que tenga que decir. Sabe que soy un fiel empleado entregado en cuerpo y alma a sus instrucciones y que jamás cuestionaría la justicia de sus demandas, menos si los afectados fuesen mis subordinados y no yo. El señor Adams sabe que soy capaz de no ver a mi pequeña niña de tres años por una semana si el trabajo lo exige; de todas formas sería exactamente lo mismo si pusiera mi propio negocio y "tuviera que dormir tres horas y trabajar el triple", como indica la revista High Performance Business Man, si quisiera sobresalir entre la competencia y "materializar mi sueño material". Al final de la jornada laboral puedo ser el verdadero yo en mi humilde morada cuando llegue en mi poderoso Ford Outfitter convertible que está más chingón que el chevisito de mi colega con el que luego platico.

Lennarth Anaya * Imágenes tomadas de internet.

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