Materia prima

Los sindicatos déspotas, los gobiernos corruptos, las corporaciones voraces, el crimen organizado repugnante y violento, son criticados con energía y certeza por la población, con un grito desesperado pidiendo encontrar una solución externa.

Como si el comportamiento de todas esas organizaciones no fueran sólo el reflejo intensificado de sí mismos, como si cada uno no fuera la semilla que obviamente floreció de esa manera al acumularse en masa.

La filosofía individual [y obviamente colectiva] predominante es la satiafacción de los intereses propios. ¿A qué ingenuo se le ocurriría que teniendo el poder y organización suficientemente grandes, habría alguien de, entonces sí, ser considerado hacia los intereses de los demás?

Lennarth Anaya

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