seguridad social para todas las especies

Imagino un mundo sin perros ni gatos encerrados, ni dueños, ni hambres.

Que en total libertad nos vinieran a visitar por gusto y no por hambre o porque seamos lo único que tienen. Que los amáramos sin posesiones, celos o egoísmos.

Jugar con ellos en mutua libertad y dejarnos seguir nuestro camino (seguro para ambos) para volvernos a ver nuevamente en un futuro y volver a jugar sin apegos.

Definitivamente los extrañaríamos, pero sería justo y los veríamos con respeto, con el respeto de quien puede hacer lo que quiera y no lo que nosotros, autoritarimente, les obligamos a hacer. Aprenderíamos a no sentirnos especiales por nuestro poder, sino por el buen sentir que podamos causar en los demás.

Lennarth Anaya

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