Carta piel roja

Carta de respuesta del jefe piel roja See-yat al al presidente de Estados Unidos de América, Franklin Pierce, en 1854, ante la petición de la compra de sus tierras:

¿Cómo se puede comprar el cielo o el calor de la tierra?

Ésa es para nosotros una idea extravagante. Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que ustedes propongan comprarlos?

...

Las flores que perfuman el aire son nuestras hermanas. El venado, el caballo y el águila también son nuestros hermanos. Creo que el jefe cara pálida pide demasiado al querer comprarnos nuestras tierras.

...

Ustedes tratan a la tierra madre y al cielo padre como si fueran cosas que compran, como si fueran cuentas de collares que intercambian por objetos. Su apetito terminará devorando todo lo que hay en las tierras hasta convertirlas en desiertos.

Nuestros ojos se llenan de vergüenza cuando visitan sus poblaciones.

En sus poblaciones no hay tranquilidad, ahí no puede oirse el abrir de las hojas en primavera, ni el aleteo de los insectos... El ruido de sus poblaciones insulta nuestros oídos. ¿Para qué le sirve la vida al ser humano si no puede escuchar el canto solitario del pájaro, si no puede oir la algarabía de las ranas al borde de los estanques?

El aire es de un valor incalculable ya que todos los seres compartimos el mismo aliento, los árboles, los animales y el ser humano. Ustedes no tienen conciencia del aire que respiran, son moribundos insensibles a lo pestilente.

...

Si todos los animales fueran exterminados, el hombre también padecería una enorme soledad espiritual. El destino de los animales es el mismo que el de los humanos, todo se armoniza.

Ustedes deben enseñar a sus hijos que la tierra se enriquece con la vida de nuestros semejantes, que debe ser respetada, que lo que la tierra padezca será padecid por sus hijos. Cuando lo humanos escupen al suelo, se escupen a sí mismos.

La tierra no es del humano, sino que el humano es de la tierra. Todo se armoniza, como la sagre que emparenta a los humanos.

El humano no teje el destino de la vida, sino que es sólo una hebra en ese tejido. Lo que haga en el tejido se lo hace así mismo. Ustedes no escapan aese destino, aunque hablen con su Dios como si fuera su amigo.

A pesar de todo, tal vez los pieles rojas y los cara pálidas seamos hermanos.

Nosotros sabemos algo qe ustedes tal vez algún día descubran:

Ustedes y nosotros veneramos al mismo Dios.

Dios es de todos los hombres y su compasión se extiende por igual.

Dios estima mucho esta tierra y quien la dañe provocará la furia del Creador.

Autor: Jefe See-yat al

Fuente: Roger Patrón Luján, Regalo Excepcional III

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Tengo este bello libro. Regalo excepcional. Me quedo sin palabras a tan fuerte centímiento expresado por este hombre de cómo ama,admira y reconoce el valor preciado de nuestra madre naturaleza.