Filosofía Política de Coexistencia


Es muy común que aquellos que luchan por la defensa de los derechos de los animales sean acusados de despreciar al hombre y sus tragedias.
"Os preocupáis por los perros, por los toros o las gallinas cuando hay seres humanos muriendo en las guerras, por culpa del hambre, de las enfermedades o existiendo familias sumidas en la tragedia del desempleo...".
Esta frase, con todas las variantes que se quiera, es probablemente el argumento más empleado [...], y de él se valen tanto los que tienen algún interés particular en la continuidad de la tauromaquia, de la caza o de la industria peletera entre otras muchas modalidades de crueldad, ante estos seres cuyo desamparo es un drama constante.
Cuando los sectores involucrados en la explotación animal repelen las críticas con una defensa de sus acciones basada en la necesidad de las mismas y su conveniencia, lo habitual es que utilicen razonamientos vacíos de cordura, ética y credibilidad. Es el caso de los cazadores al asegurar que con sus deportivas matanzas contribuyen al equilibrio ecológico y a la conservación de las especies; también el de los laboratorios de experimentación indicando que la utilización de animales a través del envenenamiento, los implantes o el sometimiento a condiciones extremas, es "absolutamente necesaria e insustituible". Hay justificaciones similares esgrimidas tanto por aquellos para los que constituyen un negocio, como para los que suponen una diversión o pasatiempo del que no quieren prescindir en modo alguno.
[...]
Llegamos al colmo de la necedad con mensajes que enumeran problemas que afectan al hombre. Según esa interpretación, la defensa de los animales y la del hombre se convierten en dos cuestiones que no pueden realizarse a la vez. [...] Es intentar convencer a la Sociedad de que estas personas que manifiestan su repulsa porque un Gobierno permita el que un toro sea perseguido y atravesado por lanzas, desprecian al hombre y permanecen indiferentes ante la suerte de los presos de Guantánamo o los talleres clandestinos con esclavos orientales. [...]
No soy ajeno al mundo de la lucha contra el maltrato animal; tengo relación continua con un buen número de sus integrantes y puedo asegurar que en la gran mayoría de los casos, son personas cuyas inquietudes no se limitan a la tortura padecida por un elefante en un circo, al dolor que experimenta un corzo cuando le disparan o a la angustia extrema de una oca alimentada de modo forzoso para aumentar el tamaño de su hígado diez veces, sino que también les atormenta la miseria de los hombres, su marginación, la violencia de unos sobre otros o los horribles casos de injusticia y desigualdad que se dan en la raza humana.
Quien hoy sujeta una pancarta pidiendo una Ley de Protección de los Animales más efectiva y completa, mañana es capaz de gritar junto a los que han sido despedidos por un ERE oportunista o en contra del envío de tropas a misiones de guerra.
Los animalistas suelen ser personas de mente abierta, progresistas, preocupadas por cualquier tipo de sometimiento, esclavitud o persecución, sus acciones están movidas por la generosidad y no por colmar ambiciones materiales, cebar su egocentrismo u obtener algún tipo de beneficio personal, más allá de la satisfacción por contribuir a hacer de este mundo un lugar menos tenebroso.
También conozco gente que es acérrima defensora de la caza, de la tauromaquia, a la que le tiene sin cuidado que los perros sean sacrificados en las perreras o que afirman que los gallos llamados "de pelea" han nacido para eso, pelear. A estos últimos, cuyo desdén hacia los animales es absoluto, tampoco les suele importar que haya presos en el corredor de la muerte, que se apalee a un indigente o que se hunda un cayuco con sesenta inmigrantes a bordo. Piensan en ellos y sólo en ellos; en dar gusto a sus instintos y pasiones aunque eso suponga sufrimiento para otros; normalmente no se les ve en ninguna manifestación para defender a un colectivo al que no pertenecen.
Asegurar que preocuparse por los animales es dejar de hacerlo por el hombre es ruin y denota la falta de calidad moral y ética de aquel que lo utiliza como argumento. En esta Sociedad es necesario hacer frente a cualquier tipo de atropello, sea cual sea su gravedad y el sujeto al que afecte. [...]
Aparte de que no estamos limitados a desempeñar un único cometido o función, el dedicar tiempo a unos problemas no implica permanecer indiferente a otros.
La situación en la que se encuentran los animales no es una cuestión menor, sino que representa un problema muy grave y extendido, de consecuencias nefastas sobre todo para estas criaturas pero también para el hombre, tanto por lo degradante de su consentimiento o participación directa como por lo habitual del paso de la violencia ejercida contra animales a la mostrada hacia seres humanos.
Lamentablemente es necesario que existan asociaciones y movimientos contra el maltrato animal, como lo es que las haya orientadas a la atención a los que no tienen recursos, a la asistencia de inmigrantes, a los amenazados por sus parejas, a intentar frenar el cambio climático, a proteger el entorno frente a la especulación urbanística o a la recuperación de lenguas a punto de perderse por falta de hablantes y cada uno de estos intentos por mejorar cualquier aspecto de la realidad es indispensable y valioso, independientemente de su importancia.
Los que afirman que es indigno defender a los animales habiendo tantos males que aquejan al hombre en realidad sienten desdén por unos y otros. Su único afán es conservar su bienestar a costa de lo que sea y de quien sea y por supuesto, no perder un minuto de su tiempo en nada que no revierta en su beneficio propio e inmediato. [...] Su egoísmo es la causa de su ceguera y el origen de su permisividad y complicidad ante la brutalidad que cada día nos llega en forma de millones de animales torturados y muertos a manos del hombre.
A quien le revuelve las entrañas que se le claven dardos a un toro, también le produce nauseas que una mujer sea lapidada por adulterio, ésa es la empatía con el dolor de otros independientemente de su racionalidad.
[...]
Lo más triste y desalentador de todo esto es que los que exigen que nadie sea maltratado y piden el respeto para todas las formas de vida, hayan de justificar continuamente su actitud, cuando lo normal sería que los causantes o cómplices en el sufrimiento de seres vivos no tuviesen el menor apoyo ni cobertura legal u oficial, pero parece ser que estamos muy lejos todavía de alcanzar tal grado de evolución moral.
Julio Ortega Fraile Ver nota original completa

Este blog se llamaba originalmente "Filosofía Política", en honor a una materia y la profesora que me la impartió, posteriormente cambió a "Filosofía Política y Social" porque su finalidad es comentar ideas sobre bienestar común, más que sobre el poder.
El lector del presente artículo, entenderá el por qué ahora el nombre del blog es "Filosofía Política de Coexistencia", en el cual mezclaré el blog de "Derecho a la Vida (Nemiliztli)", con el de "Filosofía Política", que no tienen por qué estar divididos. En ambos repudio la palabra discriminativa Sociedad, que promueve la consideración al prójimo sólo si se puede obtener algún beneficio de éste y excluye a quienes tienen el mismo derecho a vivir de manera digna pero que no nos pueden servir y no pueden conservar su integridad por la maldita suerte de haber nacido en un cuerpo que no puede expresarse como el de aquellos que están actualmente en el poder.

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