Una lección de tolerancia

En algunos lugares de trabajo, el comportamiento de los seres humanos se asemeja de forma sorprendente al de una colonia de monos babuinos. Para apoderarse de un espacio, estos seres se colocan delante de sus inferiores, les dan unas palmadas en el pecho y los observan de forma despectiva y arrogante. Una vez que logran ocupar un rango superior, los babuinos abusan de su poder y lo reafirman con golpes, mordiscos y humillaciones hacia los más débiles.

En la oficina, el problema más común que sufren los empleados estresados es la actitud "mandona" de sus jefes directos: el director, el subdirector de ventas, el supervisor...

Más que proteger los intereses comunes, a veces utilizan su autoridad de manera arbitraria: encargan tareas inútiles, hacen comentarios despectivos con respecto al trabajo de los demás, imponen horarios rígidos e incluso ofenden con groserías a su peronal.

Los verdaderos efectos psicológicos que este tipo de abuso ocasiona pueden verse reflejados en la salud de los monos: mientras más abajo se ubican en la jerarquía de su colonia, más débil se encuentra su sistema inmunológico. Además, se elevan sus niveles de cortisol, la hormona que regula el estrés. Entre los humanos, en las empresas que sostienen este tipo de maltrato predomina una actitud resignada por parte de los empleados: "Esto no cambiará nunca", "Así es la cultura de la empresa" o, lo que es peor, "Es la naturaleza humana". Como respuesta al pesimismo que esto expresa, desde Kenya un grupo de babuinos ha enviado un mensaje de esperanza y confianza para la humanidad...

Desde hace varios años un grupo de diversos invesigadores estadounidenses de la Universidad de Stanford siguió el comportamiento de una colonia de estos simios. En los inicios del estudio, esa comunidad era controlada por un grupo de machos agresivos y dominantes; las hembras eran mordidas por ellos al grado de perder trozos completos de carne. Ellos eran los únicos que podían acceder a la comida, la cual obtenían de un depósito de basura cercano. Sin embargo, a principios de la década de 1980, un contaminante infectó el basurero y ocasionó que todos los machos dominantes murieran en un periodo corto de tiempo.

El resto de la manada tuvo que organizarse de forma totalmente diferente. Para su sorpresa, pronto los investigadores descubrieron el nacimiento de una nueva estructura social, en la que la violencia arbitraria contra los más débiles desapareció casi en su totalidad. Las actitudes de ayuda mutua (en particular el despioje, importante para los monos pues es la forma como expresan los vínculos sociales) se desarrollaron de manera considerable. Además, los miembros del grupo pasaban cada vez más tiempo juntos, en armonía. Surgió nada más y nada menos que una cultura tolerante, altruista, basada en la capacidad mutua para desarrollar lazos afectivos e involucrarse con los demás. ¡Y para ello bastó que desapareciera la arbitraria opresión que sufrían!

Esa colonia de babuinos ha perpetuado su nueva estructura social por más de 20 años, la cual ha subsistido a pesar de la continua integración de nuevos machos, procedentes de colonias tradicionales (ellos suelen abandonar su manada durante la adolescencia para integrarse a una nueva, en donde pasan el resto de su vida). Todo se desarrollaba como si machos y hembras hicieran comprender a los recién llegados: "así no es como se hacen las cosas aquí". Por otra parte, los investigadores constataron que los miembros de esa comunidad tenían niveles de cortisol mucho más bajos que los babuinos de mandas machistas, y que su sistema inmunológico estaba sano.

A menudo, las sociedades humanas han acariciado el sueño de eliminar a los tiranos para lograr la igualdad y la fraternidad. Pero ni la Revolución Mexicana, ni las revoluciones Francesa, Maoísta o Islámica han logrado más que reemplazar una opresión por otra. Y es que no se puede establecer una cultura pacífica mediante la violencia...

Sin embargo, el claro mensaje que estos babuinos envían desde África está lleno de esperanza: nuestro estado social natural no es de injusticia ni de abusos. Por el contrario, somos libres de organizarnos como queramos. Somos capaces de desarrollar una sociedad basada en la tolerancia y en la ayuda mutua, en la que cada uno de nosotros nos sintamos bien en nuestro sitio y con nuestra fisiología equilibrada. Sólo nos queda intentar, en nuestro propio entorno, que estos valores se establezcan.

David Servan-Scheiber
Profesor de psiquiatría clínica
Revista PSYCHOLOGIES, México, Febrero 2009

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